COLUMNA EL CAMBALACHE
Por Estefanía López
Este fin de semana, un grupo de diputados locales estuvieron presentes en lo que viene siendo el ya escuchado, conocido y famoso; “Triángulo Dorado”, la región ubicada en los límites de la sierra de Sinaloa, Durango y Chihuahua.
Esta visita no fue novedad, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ya la ha visitado en otras y controversiales ocasiones.
Enhorabuena, el hecho de que estén volteando a ver poblados que por años han sido abandonados y abusados por el trabajo ilegal mal remunerado y explotador que allí persiste. Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre los verdaderos objetivos de estas visitas que, al parecer, no van más allá de la dignificación social del territorio fortaleciendo su imagen a través de un nuevo nombre promovido como “El triángulo de la bondad”.
Un nuevo nombramiento impulsado primero por el presidente de México, que busca cambiar la percepción social de esta zona y dignificar las labores de la gente que allí habita, cambiando la palabra “dorado” por “bondad”, aún a sabiendas de que, para lograr esto, se necesita mucho más que una palabra.
Si bien, el diputado local de Sinaloa, Feliciano Castro se comprometió a llevar a cabo una próxima reunión para comenzar a trabajar en la mejoría social y económica del Triángulo de la Bondad, lo cual, es una buena señal… me permito comentar que, cambiarle el nombre a esta zona se convierte en una intención absurda y hasta ofensiva si lo comparamos con las grandes consecuencias sociales del narcotráfico desde su origen, es decir, desde la producción de droga.
La producción de droga que sea da precisamente en la zona serrana de Sinaloa, Durango y Chihuahua, donde cientos de familias se han quedado sin más opción más que trabajar en la siembra de los grandes distribuidores de drogas por una pésima cantidad de salario.
O bien, los jóvenes que se quedaron sin más opción que ser pistoleros y convertirse en los militares con tenis que cuidan la zona serrana.
A ellos, no les va a bastar un cambio de nombre para que su vida sea dignificada. Con llamarles bondadosos y que tal vez lo sean, no se va acabar con el despliegue de pistoleros en las ciudades, ni con los asesinatos, ni con la distribución masiva de droga. No se va alejar a los adolescentes o jóvenes del consumo de la mariguana o cocaína y lo más importante, a todos ellos, no se les dará una opción más para desarrollarse, crecer y encontrar mejores caminos.
El discurso cada vez es más sorprendente. El considerar que los cárteles de la droga son más nuestros amigos que nuestros enemigos, está de preocuparse.
El buscar cambiar la percepción social de esta zona, no está mal, incluso es una buena opción para dejar de criminalizar a quienes por no tener más opción terminan dentro de los grupos delincuenciales, por pobreza, por falta de estudios o por simplemente crecer en el lugar menos indicado.
Pero eso no basta, una palabra no basta para atacar de una vez por todas, el pecado y sufrimiento permanente de los sinaloenses de crecer y pertenecer al mundo de la droga.
Las visitas para las fotos, las hay y muy bonitas. ¿Y las acciones? Las seguimos esperando.